"Los que se quejan de la forma como rebota la pelota, son aquellos que no la saben golpear." José Ingenieros
Las circunstancias de las que nos quejamos son, por naturaleza, situaciones que podemos cambiar -pero que hemos decidido no hacerlo. Puedes conseguir un trabajo mejor, encontrar una pareja que te quiera más, ganar más dinero, vivir en una casa más bonita o en un barrio mejor, comer comida más sana..
Voy a contarte una historia.
Todas esas cosas requieren que hagas cambios.
¿Pero por qué no lo haces y ya está? Porque supone riesgos. Puedes correr el riesgo de quedarte en el paro, solo o de ser objeto de las burlas o acusaciones de los demás. Puedes correr el riesgo de fracasar, de tener que enfrentarte, de equivocarte. Puedes correr el riesgo de que tu madre, tus vecinos o tu pareja no aprueben lo que decidas. Cambiar las cosas puede suponer una inversión de esfuerzo, dinero y tiempo. Podría resultar incómodo, difícil o confuso. De modo que evitas arriesgarte a sentir esas sensaciones desagradables, te quedas como estás y te quejas de la situación.
¿Pero por qué no lo haces y ya está? Porque supone riesgos. Puedes correr el riesgo de quedarte en el paro, solo o de ser objeto de las burlas o acusaciones de los demás. Puedes correr el riesgo de fracasar, de tener que enfrentarte, de equivocarte. Puedes correr el riesgo de que tu madre, tus vecinos o tu pareja no aprueben lo que decidas. Cambiar las cosas puede suponer una inversión de esfuerzo, dinero y tiempo. Podría resultar incómodo, difícil o confuso. De modo que evitas arriesgarte a sentir esas sensaciones desagradables, te quedas como estás y te quejas de la situación.
Acepta que decides quedarte como estás, o toma la responsabilidad de cambiar y deja de quejarte, o...corre el riesgo de intentar hacer de tu vida exactamente lo que quieres que sea.
Si quieres pasar de donde estás a donde quieres estar, vas a tener que correr ese riesgo..
De modo que decídete a dejar de quejarte, de perder el tiempo con los que se quejan, y ponte a crear la vida de tus sueños. Jack Canfield. "Los Principios del éxito. Cómo conseguir lo que deseas a partir de lo que tienes"
Voy a contarte una historia.
Helen Keller fue una niña sana nacida en Alabama, Estados Unidos. A los 19 meses de vida, en 1882, sufrió unas fiebres (hoy podría ser meningitis o escarlatina).
Cualquiera que fuera la enfermedad, por muchos días lo único que se esperaba es que Helen muriera. Cuando la fiebre bajó, la familia de Helen se puso feliz creyendo que su hija iba a estar bien otra vez. Sin embargo, la madre de Helen pronto notó que su hija no podía responder cuando sonaba la campana de cena, o cuando pasaba su mano delante de los ojos de su hija. Llegó así a ser evidente que la enfermedad de Helen la había dejado ciega y sorda.
Los siguientes años fueron muy duros para Helen y su familia. Helen se hizo una niña muy difícil, aventaba los platos y lámparas y aterrorizaba la casa entera con rabietas, gritos y su mal genio. Los parientes la miraban como un monstruo.
Pero su familia -y ella misma- no se resignaron con ese destino, y lo fueron superando a fuerza de voluntad y constancia, y gracias también a tutores y amigos que la ayudaron; entre ellos, Anne Sullivan.
Anne Sullivan fue su profesora personal, y amiga de toda la vida. Anne le ayudó primero a controlar su mal genio, y después le enseñó a leer, en primer lugar con el alfabeto manual táctil y más adelante con el sistema Braille.
El 28 de junio de 1904 Helen se graduó "Con Honores" de la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega en obtener un título universitario.
Helen y Anne iniciaron en los años siguientes una gira de charlas y conferencias sobre sus experiencias. Helen contaba su vida y su discurso era interpretado frase a frase por Anne Sullivan, lo que siempre generaba sesiones de preguntas y respuestas acerca de sus historias.
A causa de sus viajes, Helen y Anne buscaron una nueva forma de vivir a través de sus conferencias y la venta de sus obras literarias.
En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.
Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, Helen Keller le dijo a un amigo: "En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha."
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